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Domos geodésicos

jueves, 15 de noviembre de 2018

La leyenda del chocolate

La leyenda del chocolate

Hace mucho tiempo, cuando los Dioses prehispánicos eran los que gobernaban a los antiguos mexicanos. Había una doncella llamada Xanath, una nobles totonaca, célebre por su belleza. Ella vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín. Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool (Mensajero Divino), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre joven al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.
Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaba las piñas, los camotes y calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el joven llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.

Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado, la sorprendió la mirada penetrante de un dios gordo Tlaloc, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia en Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos.

La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.
El astuto Tlaloc resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio y manifestó interés por la linda muchacha, recibió del padre completo apoyo para casarse con ella.
Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego rechazar nuevamente a Tlaloc, éste, irritado, la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.

Tzarahuín al darse cuenta del destino de su amada cayo en profunda tristeza, paso días pidiéndole a los Dioses que le permitieran unirse a su amada. Xochipilli el Dios del amor se enterneció por su lamento y lo convirtió en una planta de cacao, y creo el chocolate que mezclado con vainilla es la bebida de los Dioses.

Si bien el Tlaloc creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, tenemos muy presente en nuestros días a la VAINILLA, cuya esencia es muy apreciada en la cocina y la pastelería. Es netamente mexicana al igual que el CHOCOLATE y son adorados no solo en México sino en el mundo entero.

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